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Principio de Arquímedes, por Josep Coromina

Priniciple Arquímedes por Josep Maria Miró i Coromina en el Park Theatre, Finsbury Park

[Nota: 4]

Este espectáculo se lleva a cabo en un ambiente minimalista (sólo dos bancos de madera y dos armarios). El diálogo lleva el peso de la producción con los actores expuestos al escrutinio del público.

La idea de una sociedad fascista de seguridad obsesionado subyace en gran parte de la obra. La línea, "cuando un niño está involucrado no se puede evitar, pero los adultos desconfían" es un recordatorio de cómo la pedofilia podría ser el complemento ideal para los gobiernos que invaden la privacidad personal.

Con su entorno escasa, la producción invita al público a participar en el debate. Los espectadores deben sopesar y juzgar por sí mismos en el caso de y en contra de Brandon, un entrenador de natación guapo, acusado de besar a un chico en la boca.

El juego se las arregla para colocarnos en la incómoda posición de Anna, el gerente del centro, cuyo trabajo consiste en interrogar a Brandon sobre la acusación.

¿Hay que llevar a su comportamiento de la regla para romper, por ejemplo, fumar en el vestuario y las referencias a la sexualidad infantil - "en estos días los niños de doce años saben mucho más" como evidencia de un carácter pervertido?

Este es el dilema que enfrentan Matt, colega de Brandon. En una actuación perfectamente ajustado por Matt Bradley-Robinson, este sentido rastrero de inquietud es evocada. Obligado a examinar su propia identidad y proteger su reputación, el carácter de Matt lleva matices de la colaboración de estilo nazi con los "acusadores".

Anna, el director del centro, (convincentemente interpretado por Kathryn Worth), se ve obligado a enfrentarse a su propio pasado, (es decir, la muerte de su hijo). Worth transmite alma torturada de Anna como el centro neurálgico del debate. Ella se coloca en la posición imposible de tener un deber de cuidado, no sólo a los niños sino también a Brandon a quien obviamente está conectado.

El escritor utiliza la pedofilia para explorar el tema más profundo de nuestra sociedad obsesionada hiper-vigilantes y seguridad. Con el motivo de un apagón dramática división de cada escena, y los cambios de tiempo repetidos, no es este sentido de la historia de repetirse.

El ambiente bélico entre el personal del centro y los demás (es decir, los niños y los padres) es preocupante. Algunas personas pueden no estar dispuestos a permitir que la pedofilia como una herramienta para el debate político en torno a los derechos civiles. ¿No son más importantes que las preocupaciones sobre las libertades civiles de los derechos de los niños?

El guión de Coromina gestiona este delicado acto de equilibrio de alguna manera, la fuerza del guión es que tiene éxito en el planteamiento de argumentos sólidos favor y en contra de Brandon.

Nos sorprende apenas cuando el padre del niño, David, interpretado por Julian Sims se convierte en imagen en el centro para interrogar a Anna, y señalar con el dedo a Brandon preguntar "... es gay?"

David representa el terror público - alimentado por los medios de comunicación - en el riesgo de seguridad planteado por pedófilos. La obra se pregunta, 'se justifica este interrogatorio?

Coromina no permite respuestas fáciles. El debate acerca de la seriedad con la que deberíamos tomar un 'beso en los labios "por el entrenador de natación, sobre todo a la luz de la historia de Jimmy Saville, no es fácil de resolver.

Esta obra invita a la reflexión ya ha conseguido dos premios, y con razón. La obra tiene una duración de unos 90 minutos, sin intervalo. Se aferraba a lo largo con buenas actuaciones de cada uno de los actores.

Sin embargo el drama puede ser mejor servido por el corte corto al largo elucidación de la escena final, y permitiendo que la aterradora que termina más temprano que tarde.

Ir a ver esta obra. Va a estar pensando en eso todo el camino a casa.

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